miércoles, 28 de septiembre de 2011

ROCÍO SORIA


La tristeza,
la inquebrantable tristeza,
la quietud de la tristeza.

La voz nombra a ese mismo dios que habiendo perdido su tinte macabro
estalla de risa desde el hueco que lo pronuncia

-violín incrustado en su carne-.

El rumor de la ciudad entra por el ducto de la ventilación,
cruza ambos salones,
la música del fondo es un colector de aguas verdes.

Las ventanas de la casa fueron clausuradas para siempre,
un polvillo fino se asienta sobre las cosas,
una tortura se columpia en las máquinas diminutas de su cuerpo.

La mujer sostiene el cuchillo de cortar el pan,
se abre una boca en el muslo,

pequeños duendes la poseen
penetrando por la llaga una y otra vez,
la atraviesan entera,

ningún grito,

solo un tiritar de los objetos,
frascos destemplados en una sinfonía ácida.


TEXTO 2

No me preguntes cómo estoy ni me abrumes de buenos deseos
finalmente tú sabes que todos los deseos son necedades,
he llegado a la conclusión de que la vanidad por leve que sea termina
en esta cama de enfermo.

Admito que tengo deseos inconfesables, vanidades sabias, egoísmos o
ingenuidades.

Hoy subí al desván a buscar unas hojas y volví a bajar
lo dejé solo y a mi vuelta él sigue respirando,
ha sonreído,
ha dicho palabras nuevas,
yo he girado su cuerpo a la derecha
y la muerte aún no ha llegado aunque las moscardas sí.

Temo que mejore,
no quiero comprobar nuevas señales,
me bastaría, por mi bien y solo por mi bien,
que siga respirando y durmiendo como un fósil,
sin pistas falsas,
todo adelanto supondría una nueva recaída si es que esto es posible,
por lo visto siempre es posible para los médicos o para efectos del
poema decir que la situación se complica, que su estado es grave,
delicado, gravísimo, urgente, etcétera.
Yo creo a pie juntillas lo que dice la abuela sobre que la lucidez
momentánea es signo de un nuevo daño.

Mejor no preguntes cómo estoy ni me abrumes de buenos deseos,
todo deseo es una necedad, un movimiento en falso, un suspiro, una
muestra de debilidad, una cómoda certidumbre, un inaplazable vacío,
una cama de enfermo,
un coma prolongado…

las moscardas sobrevuelan,
pueblan las cortinas,
yo acuno un poema y una falsa serenidad en el rostro.

Mi madre llega, trae una triste sonrisa, bromea, se sienta, observa, confía.

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