Manuel Jiménez
Aguas abajo leves niños azules
sus inútiles almas ausentes
los ojos observan, desmenuzan, miran, huelen
bajo alas de cuervo esplenden negrura
su paso final, reloj de ánima parda
Cúpula santa en tu baño de aullidos
Si nubla el parque la sombra reseca,
O falta el agua que llueva mi ausencia,
Finje mi nombre enloquecido
Sobre un trozo de granito
Serena, indiferente o borracha
Volverá la mirada miope, la escasa sombra
El alba fresca encaramada
la grupa frágil del viento sin lágrimas
que aún inmóvil el mundo,
nada se ha perdido ,
cien veces sucede el tiempo
Todo está quieto, da igual
En adelante
siempre serán las cinco.
NADA QUE SUMAR
Ojos de cal y rayo
marejada de rubíes del sur
brota energúmena un alma eléctrica
de tu gardenia feroz
Hoy no incubas bajo el árbol
la luminosa partícula del aire ácido
ni el intervalo azul
del nuevo infierno de butano
Arden doradas tus memorias
lívido neón metropolitano
en tu boca de pétalo acerado
la vuelta de rueda del infinito
infinito , infinito, infinito
Silba entre cristales
el humo precoz de la alameda
insaciable fuente, coro de avispas
herrumbre y hierba lavada
amado río de aguas bajitas y tibias
La mirada errante sobre la humareda
con mis temores, grandes como guayabas,
mis girasoles de amor antiaéreo
para atravesar el mundo de los niños
cabalgo mi alfombra de pétalos
sin nada que sumar a la sombra.
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